miércoles, 3 de noviembre de 2010

La titánica empresa de un poeta del 2x4 | Tiempo Argentino


La titánica empresa de un poeta del 2x4Publicado el 3 de Noviembre de 2010
Por Marcelo Pavazza
A los 77 años, el autor de María de Buenos Aires y presidente de la Academia Nacional del Tango presenta la enciclopedia sonora: Las 1001 noches del tango. Y, de paso, despliega su rico anecdotario personal.Avenida de Mayo al 800, sede de la Academia Nacional del Tango, seis de la tarde. Con su eterna traza de bohemio (pulóver verde, camisa violeta, pantalón cuadrillé, ¿hace falta seguir?), Horacio Ferrer camina en su despacho de presidente de la entidad como en puntas de pie. Una vez sentado en su sillón, el letrista que pobló las melodías de Astor Piazzolla de chiquilines que balean con tres rosas, locos con medio melón en la cabeza, últimas grelas y gordos tristes explicará durante una hora de charla por qué afuera de su oficina, en los espaciosos salones de ese edificio antiguo y aristocrático, hay un clima de sosegada agitación. La aparición de la enciclopedia sonora Las 1001 noches del tango, titánico esfuerzo conjunto de la Academia y la discográfica EMI, corre por el pulso del viejo Palacio Unzué a velocidad de sueño. El trabajo, una caja de 50 CD con, sí, 1001 temas –también disponible en cinco prácticos boxes de diez CD cada uno–, es obra de los criterios seleccionadores de Ferrer y Gabriel Soria, vicepresidente de la Academia (entidad que ya lleva 20 años de existencia), colaborador permanente del maestro, y él mismo una enciclopedia del dos por cuatro (ver recuadro).
La idea, que lleva diez años de vida y unas pocas semanas de existencia en bateas, es del autor de “Balada para un loco” y de Hipólito Paz, por aquel entonces (albores de 2000) miembro de la Academia. “Queríamos hacer una antología de letras, y se nos ocurrió llamarla ‘Las 1001 noches del tango’ –recuerda Ferrer–. Un poco porque a mí me parece que el tango tiene 1001 noches, y otro poco porque soy un gran admirador del libro”, completa, refiriéndose al célebre texto oriental donde la narradora Scherezade distrae durante 1001 noches –y a bordo de otros tantos cuentos– la sed femicida del sultán Schahriar.
Por supuesto que –está a la vista–el proyecto fue más allá de la simple antología letrística. Tan ambicioso y potente es, que ya está entre lo más destacado de los trabajos que sobre el género realizó Ferrer. Lógico: tal como lo consigna la pluma del poeta desde el libro de 60 páginas que la acompaña, la enciclopedia sonora “contiene mil y un tangos, que permiten abarcar todas las épocas de una historia que se remonta al siglo XIX y, desde luego, a los estilos de composición musical y poética y a los de interpretación instrumental y vocal”.
En términos estrictamente artísticos, se podría pensar que el haber recurrido sólo a una fuente de grabaciones para armarla (el viejo catálogo de EMI-Odeón) puso límites fatales para un proyecto como este, que pretende ofrecer un panorama completo de más de ocho décadas de tango. Para Ferrer, sin embargo, no es así: el aporte de Melopea y otros sellos independientes para nutrirla allí donde hiciera falta, y la decisión firme de que todas las expresiones tangueras estuviesen reflejadas, alcanzaron para insuflarle la entidad suficiente. Lo explica así: “Con Gabriel (Soria) nos propusimos que estuvieran presentes el tango electrónico y el sinfónico, el tango antiguo y el moderno, el europeo y el criollo. Todas las orquestas, los vocalistas y también que haya géneros contiguos al tango, como las vidalitas, las huellas, las milongas, el repertorio sureño. Y creo que con la ayuda de Litto Nebbia y otros amigos, lo logramos.”
“¿Que el gotán no le gusta, che? / Siento mucho, peor pa’ usted” (“Viva el Tango” de Ferrer-Garello ,1988). Entre por qué este tango no y por qué este sí, se asoma Ferrer. Ferrer y su historia. Ferrer y su historia dentro de la Historia. Ferrer y Piazzolla. El encuentro, entonces, es también un encuentro con el personaje. ¿Cómo podría no serlo?
“Baudelaire redivivo”, como dice que lo recordó en sus memorias el editor Arturo Peña Lillo, era en 1959 un estudiante de arquitectura que iba y venía de su Montevideo natal a Buenos Aires. Ese mismo año, Peña Lillo le publicó su primer libro (“unos escritos con meditaciones e historia del tango”), punta de lanza de un camino de grandes textos dedicados al género que luego incluiría, entre muchos, los imprescindibles tres tomos de Libro del Tango. Arte popular de Buenos Aires, la Historia sonora del Tango y el poético Romancero Canyengue.
Una vez metido en el ambiente, Ferrer impresionó al Buenos Aires de la resistencia al tango de los ’60 subido a versos inscriptos en una lírica tanguera que transpiraba una especie de surrealismo de suburbio. Mezcla de bohemio y universitario, el muchacho escribía como sintonizando con los nuevos tiempos. Así Troilo, Cátulo Castillo, los hermanos Expósito, Chupita Stamponi, Piazzolla, le dieron entrada. Él devolvió gentilezas con una poesía enrevesada que jamás mostró pretensiones de querer ser entendida. “¿Y sabés por qué?, porque para mí la poesía siempre fue recitada –justifica–. La poesía leída es como la música leída: nada. Y como yo la recitaba emocionado, emocionaba. Mirá vos, ahora resulta que María de Buenos Aires tiene 10,5 millones de menciones en Internet. Demasiado para ser una obra que no se entiende, ¿no? ¡Qué ironía!”, se ríe. “A mí nunca me preocupó eso. Y cuando le mandé a Piazzolla el Romancero Canyengue, él me dijo que lo que yo escribía era lo que él hacía con la música”.

–Ah, le dio permiso…
–Es que Piazzolla me quería y me alentaba muchísimo. Yo tengo una carta de él que dice: “los cuatro Piazzolla estamos seguros de que tarde o temprano tendrás un gran triunfo”, refiriéndose a él, su mujer Dedé y sus hijos Diana y Daniel. Cuando nos tocó trabajar juntos, lo hicimos siempre con mucha delicadeza porque ambos éramos muy perfeccionistas. A mí, puedo decirlo, me trataba con el respeto que no trató a nadie. Era un tipo bravo, educado en Brooklyn, acostumbrado a las piñas y a las pullas.
–¿Usted opina que no fue tan menospreciado en la Argentina como él decía serlo?
–Sí, claro. ¡Si siempre grabó en las mejores discográficas! Además, no hay que olvidarse de que fue orquestador de Aníbal Troilo, que tenía la mejor orquesta de todos los tiempos. Lo que pasa es que él era un innovador, y sus modelos no eran músicos sino Salvador Dalí y Pablo Picasso. Picasso porque cambiaba siempre, y Dalí porque tenía ese poder para ir contra la corriente.

Del relato de Ferrer surgen imágenes que bien podrían engrosar otra enciclopedia, pero visual. Es que no sólo Piazzolla ilustra sus vivencias: por ahí aparecen también Troilo, Raúl Berón, Cátulo Castillo, Hugo Del Carril. Calcados de su memoria privilegiada (de esas que conservan intactos calles, números y nombres), se los ve escuchando su recitado de “El gordo triste” en posición de buda (Pichuco), felicitándolo por lo preciso del neologismo “tangamente” (Cátulo) o asegurándole que el tango estaba “en sus manos” (Del Carril). Él, atento a esa historia personal, hizo por el tango lo que está a la vista: sus escritos (libros, poemas, letras), la Academia, los seminarios que allí se dictan, y una coda dorada: el sueño alcanzado de ver al género declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco. “Eso lo impulsamos nosotros desde aquí –saca pecho–. Y por suerte viene con un subsidio (el Ministerio de Ciencia y Tecnología dispuso que llegara a nosotros, pero todavía no lo cobramos) destinado a cumplir un viejo sueño mío: una radio que transmita por Internet. Con ella vamos a llegar a Europa. Y va a ser un golazo, porque acá está la gente que más sabe, y la mejor discoteca posible. Son 20 años de lucha. Creo que nos lo merecemos.”

El placer de un eruditoPublicado el 3 de Noviembre de 2010

“La primera finalidad es que la enciclopedia llegue a las escuelas del país para que chicos y maestros tengan material donde basarse, y también una idea de lo grandioso que es el tango”, dice Gabriel Soria, toda una autoridad si de hablar y aprender cosas sobre el dos por cuatro se trata.
Compilador junto a Ferrer, Soria asegura que, hasta ahora, no existía una colección que reuniera tantos temas; y ofrece una explicación del por qué de algunas ausencias: “Sí, faltan el primer Troilo, Gobbi, Di Sarli, D’Arienzo, Libertad Lamarque, Julio Sosa con Leopoldo Federico. Sucede que ellos grabaron para la Victor o para CBS, y se nos hacía muy difícil conseguir las autorizaciones. Por eso buscamos que hubiera representantes de los sonidos característicos de esas orquestas, como Sassone, que imitaba a Di Sarli.” Hay algunas sorpresas, como dos versiones del “Himno Nacional Argentino” o la “Marcha de San Lorenzo” –cuestiones que tienen que ver con la presencia de la caja en las escuelas– y que enlazan con el ánimo general, argumenta Soria, “de mostrar cómo el tango y otras expresiones musicales estaban profundamente unidos. Por eso también figuran composiciones de Alberto Williams, Atahualpa Yupanqui y Abel Fleury, entre otros”.

Una Cajita felizPublicado el 3 de Noviembre de 2010
La concreción de Las 1001 noches del tango atravesó un período de incertidumbre cuando Roberto Ruiz, cabeza de EMI, que había aprobado el proyecto allá por el año 2000, se mudó a España; pero los temores se disiparon cuando Ernesto Vicente –hoy al frente de la grabadora– confirmó y apoyó la iniciativa.
Orquestas como las de Troilo, Pugliese, Fresedo, Caló, Mores, Garello, Canaro, De Angelis y voces como las de Gardel, Hugo del Carril, Raúl Berón, Charlo, Rubén Juárez, Goyeneche, Marino, Rivero o Tita Merello, entre muchísimas otras formaciones y vocalistas presentes en la enciclopedia, son parte fundamental de un trabajo que llega presentado en una caja ilustrada (como cada una de las cubiertas de los CD) por el fileteador Jorge Muscia, que rodeó el sello de la academia con estrellas y galaxias que dominan el espacio y custodian, a pura nocturnidad (“El tango tocado al rayo del sol es como el saludo de un sordomudo con muñones”, cierra filas Ferrer), una trama escrita por mil y un temas. Listados –como corresponde a una verdadera enciclopedia– en estricto orden alfabético.





Cecilia Orrillo
Prensa & Difusión
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